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10 Razones para creer en la Resurrección II Parte.-

6.- Los testigos murieron por la verdad.-

La historia está llena de mártires. Innumerables hombres y mujeres han muerto por sus creencias. Por esa razón, no es tan significativo señalar que los discípulos estuvieron dispuestos a sufrir y a morir por su fe. Sin embargo, sí es significativo que aunque muchos mueren por defender lo que para ellos es cierto, pocos, si acaso, están dispuestos a morir por algo que saben es una mentira.

Ese hecho psicológico es importante porque los discípulos de Cristo no murieron por creencias profundamente arraigadas sobre las cuales pudieran haber estado honestamente equivocados. Murieron por asegurar que habían visto a Jesús vivo y bien luego de Su resurrección. Murieron por asegurar que Jesucristo, no sólo había muerto por sus pecados, sino que se había levantado corporalmente de entre los muertos para demostrar que era muy diferente de cualquier otro líder espiritual que hubiera vivido jamás.

7.- Los judíos cambiaron su día de adoración.-

El día de reposo y adoración era un elemento básico de la forma de vida judía. Cualquier judío que no honrara el día de reposo era culpable de violar la ley de Moisés. Sin embargo, los judíos seguidores de Cristo comenzaron a adorar con los creyentes gentiles en un día nuevo. El primer día de la semana, el día en el que creían que Cristo se había levantado de entre los muertos, reemplazó al sábado o día de reposo judío.

Para un judío, se trataba de un cambio de vida muy importante. El nuevo día, junto con el rito del bautismo característico de la conversión cristiana, declaraban que aquellos que creían que Cristo se había levantado de entre los muertos estaban listos para algo más profundo que un reavivamiento del judaísmo. Creían que la muerte y resurrección de Cristo habían abierto el camino hacia una nueva relación con Dios. El nuevo camino no estaba basado en la ley sino en la ayuda de un Salvador resucitado que llevó sus pecados y les dio nueva vida.

8.- Aunque inesperado, fue profetizado claramente.-

Los discípulos fueron tomados por sorpresa. Esperaban que su Mesías restaurara el reino de Israel. Sus mentes estaban tan fijas en la venida de un reino político mesiánico que no esperaban los eventos esenciales para la salvación de sus almas. Deben haber pensado que Cristo hablaba en un lenguaje simbólico cuando decía una y otra vez que era necesario que fuera a Jerusalén a morir y a resucitar de entre los muertos. No supieron ver el significado obvio de las palabras de Aquel que hablaba en parábolas hasta mucho después de que todo terminara. En ese proceso, tampoco se fijaron en las predicciones del profeta Isaías de un siervo sufrido que llevaría los pecados de Israel, que sería llevado como cordero al matadero, antes que Dios le concediera vivir «por largos días» Isaías 53:10).

9.- Era el clímax apropiado de una vida milagrosa.-

Mientras Jesús colgaba de una cruz romana, la muchedumbre de burlaba de Él. Ayudó a otros, pero, ¿podría ayudarse a Sí mismo? ¿Habría llegado súbitamente el fin del milagro? Parecía ser un final inesperado para alguien que comenzó su vida pública convirtiendo agua en vino. Durante los tres años de su ministerio, caminó sobre agua, sanó a los enfermos, abrió los ojos de los ciegos y los oídos de los sordos, soltó la lengua de los mudos, restauró brazos y piernas secas, sacó demonios, calmó una tormenta violenta, y resucitó muertos.

Hizo preguntas que ni aún los sabios supieron responder. Enseñó profundas verdades con las más simples comparaciones. Y confrontó a los hipócritas con palabras que los desenmascararon. Si todo esto fue cierto, ¿por qué ha de sorprendernos que sus enemigos no dijeran la última palabra?

10.- Concuerda con la experiencia de los que confían en Él.-

El apóstol Pablo escribió: «Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros» Romanos 8:11). Esa fue la experiencia de Pablo, cuyo corazón fue transformado de forma dramática por el Cristo resucitado.

También ha sido la experiencia de personas alrededor del mundo que han «muerto» a su vieja manera de vivir para que Cristo pueda vivir Su vida a través de ellos. Este poder espiritual no es evidente en aquellos que tratan de añadir el creer en Cristo a su vieja manera de vivir, sino sólo en aquellos que están dispuestos a «morir» a su vieja vida para permitir que Cristo los gobierne; aquellos que responden a la sobrecogedora evidencia de la resurrección de Cristo reconociendo Su señorío sobre sus corazones.

Espero que se hayan dado el trabajo de leerlo, sé que toma tiempo, pero es siempre edificante.

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