"Hoy me siento de buen ánimo por lo que saldré a evangelizar. Llevaré la espada bajo el brazo, mi pendrive cargado de carpetas con música cristiana y unos cuantos tratados que hablan de paz, amor a todo el mundo y felicidad en Cristo.
Caminando por la calle me encuentro con quien podría ser mi primer objetivo, un señor alto, de buen vestir, con un gran anillo en su mano, reloj dorado en su muñeca, zapatos de taco y un grueso mercurio bajo el brazo recién comprado. Pero alto me digo a mi mismo, este señor de seguro tiene mucho dinero y sólo lo veo caminando porque, obviamente no puede llegar hasta el puesto de revistas montado en su gran auto. De seguro no tiene mayores necesidades. De seguro me lanzará en la cara el típico discurso de que los cristianos somos una tropa de ignorantes, [cosa que conociendo unos cuantos personajes puedo llegar a compartir] que nos dejamos llevar por el entusiasmo y por esa especie de droga que parece ser la religión y que sólo nos sirve para evadirnos de la realidad.
Mejor me callo y me guardo mi ensayado mensaje para alguien que parezca más accesible."
Lo que acaban de leer no es más que un invento, pero podría estar muy cerca de ser realidad. Y no sólo frente a un señor bien vestido, el cristiano suele discriminar frente al que suele hablar 5 garabatos en cada 6 palabras, al hombre que suele acostarse con hombres o a las mujeres que suelen hacerlo con mujeres, o ambos. Al vecino que no conocen, o peor aún, al que los conoce tan bien, que nunca les creería nada relacionado con el cristianismo.
La pregunta es, ¿hace bien el cristiano al discriminar?, yo supongo que si Jesús hubiese pensado de la misma forma, tal vez ni siquiera nosotros existiríamos como ministerio.
Discriminar de ante mano es lo peor, como también ensayar largas e inmaculadas presentaciones del evangelio, cuando el inconverso lo que necesita son experiencias de vida comprobables que le ayuden a mejorar la suya.
Basado en el mensaje del domingo 18 de mayo de 2008, impartido por el Pastor Joel Nova.
Caminando por la calle me encuentro con quien podría ser mi primer objetivo, un señor alto, de buen vestir, con un gran anillo en su mano, reloj dorado en su muñeca, zapatos de taco y un grueso mercurio bajo el brazo recién comprado. Pero alto me digo a mi mismo, este señor de seguro tiene mucho dinero y sólo lo veo caminando porque, obviamente no puede llegar hasta el puesto de revistas montado en su gran auto. De seguro no tiene mayores necesidades. De seguro me lanzará en la cara el típico discurso de que los cristianos somos una tropa de ignorantes, [cosa que conociendo unos cuantos personajes puedo llegar a compartir] que nos dejamos llevar por el entusiasmo y por esa especie de droga que parece ser la religión y que sólo nos sirve para evadirnos de la realidad.
Mejor me callo y me guardo mi ensayado mensaje para alguien que parezca más accesible."
Lo que acaban de leer no es más que un invento, pero podría estar muy cerca de ser realidad. Y no sólo frente a un señor bien vestido, el cristiano suele discriminar frente al que suele hablar 5 garabatos en cada 6 palabras, al hombre que suele acostarse con hombres o a las mujeres que suelen hacerlo con mujeres, o ambos. Al vecino que no conocen, o peor aún, al que los conoce tan bien, que nunca les creería nada relacionado con el cristianismo.
La pregunta es, ¿hace bien el cristiano al discriminar?, yo supongo que si Jesús hubiese pensado de la misma forma, tal vez ni siquiera nosotros existiríamos como ministerio.
Discriminar de ante mano es lo peor, como también ensayar largas e inmaculadas presentaciones del evangelio, cuando el inconverso lo que necesita son experiencias de vida comprobables que le ayuden a mejorar la suya.
Basado en el mensaje del domingo 18 de mayo de 2008, impartido por el Pastor Joel Nova.
Texto de referencia: Mateo cap. 9 versículo 9.- [Sobre cómo Jesús llamó a Mateo a ser parte de su equipo más cercano, echando por tierra las diferencias, no sin tener que soportar los comentarios siempre mal intencionados de fariseos hipócritas, mismos que sobreviven hasta hoy, con distinto rostro, pero con el mismo discurso]
